Mi madre siempre dijo que debía ser servicial con mi marido, y yo, que soy buena moza, me debo a mis obligaciones. Le lavo y plancho la ropa, y le cocino un plato de cuchara al mediodía y otro de cuchillo a la noche. Limpio y arreglo la casa, y le dejo el pijama y las zapatillas al lado de la cama. Algunos días no viene para la hora de la cena, pero yo lo espero complaciente. Seguramente está por ahí con alguna chiquilla, y a veces se las lleva a la casa de campo. Y mira que le digo que para charlar un rato no hace falta ir a ese caserón frío y húmedo, donde apenas hay una cama y un par de sillas. Pero él me dice que para enseñarlas a jugar al tute, es mejor estar en silencio y lejos del jaleo del pueblo. Sé que tiene razón, porque es un juego demasiado difícil para una chiquilla sin estudios. Cuando regresa de madrugada, la comida ya está fría y su aliento huele a coño. Pero mi madre siempre dijo que debía ser servicial, y yo, que soy buena moza, me debo a mis obligaciones.
© Laura Sánchez González
No hay comentarios:
Publicar un comentario