viernes, 10 de septiembre de 2010

Dos de María dolores Cano

Canción infantil

Tenía apenas 8 años. Recuerdo un padre rígido que solo me hablaba para regañarme y una madre haciendo punto junto a la ventana que daba al jardín. Y a mi gato, lo que más quería en el mundo.  Le encantaba que le cantara “Era un gato grande que hacía ron, ron…”. Se quedaba dormido ronroneando.
La mañana  en que oí gritos y  corridas por mi casa, y el médico haciéndome preguntas raras en vez de consolarme por la muerte de mi gato, supe que lo había perdido todo. Me subieron a una especie de camión blanco unos señores también con ropa blanca. 
Mi padre había tirado a mi gato por la ventana. Yo sólo me vengué. Estaba gracioso con las agujas de hacer punto de mi madre clavadas en los ojos. ¿Por qué se armaría tanto revuelo?
© María Dolores Cano Menárguez

El libro

Elegí al azar un libro cualquiera de la biblioteca. El fin de semana se presentaba aburrido y me apetecía leer. Recogí mi tarjeta de socia a la salida y tomé rumbo a casa.
Cuando ya había terminado con todo, me hice un café, puse música relajante y abrí el libro. No era gran cosa, pero estaba entretenido. El timbre del teléfono me sobresaltó y perdí la página que estaba leyendo, pero como tengo buena memoria para los números, la encontré de inmediato. 
“Que extraño” pensé. “Juraría que no empezaba así”. No le dí importancia hasta que, cuando había leído más de la mitad del libro, recordé el incidente y volví a esa página. No podía ser: ahora decía otra cosa. Pensé que me estaba volviendo loca y lo cerré. No había pasado media hora cuando la curiosidad pudo conmigo y volví a abrirlo. ¡Dios Mío, la frase cambiaba cada vez que la leía!  Era como si el libro tuviera vida propia. Caí en la cuenta que en cada ocasión, decía lo que en ese momento necesitaba oír.
Se convirtió en mi mejor consejero. 
Por descontado no lo devolví, y no me importó la sanción.
© María Dolores Cano Menárguez

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