viernes, 3 de septiembre de 2010

Ligar, en todos los sentidos

4. Unir o enlazar

Patricia miró a Marta, perdida en el espejo detrás de la barra y atenta sólo al margarita que el barman le cambiaba. Así, su amiga no conseguiría un ligue para aliviar la ruptura reciente. Sonrió. Ella, buscándole un ligue a Marta, a quien los hombres seguían como moscas. Patricia, en cambio, siempre tuvo que caer y levantarse, explotar sus armas y adquirir puntería. Volvió a mirar y el hombre seguía allí. No era candidato a una estatua pero era atractivo. Tenía boca de hacer reír y a Marta le hacía falta reír. Y no dejaba de mirar a Marta en el espejo, aunque ella sólo tenía ojos para el margarita y las manos del barman cuando lo reemplazaban. Hoyuelos en las comisuras de la boca, tal vez, manos grandes y fuertes, cierto desaliño. Y no dejaba de buscar los ojos de Marta. Las hay con suerte, se dijo Patricia y decidió huir hacia el baño para que el hombre diera por fin el paso. Se sobresaltó cuando al girar lo vio frente a ella, con hoyuelos, sí, mientras decía que no había podido evitar mirarla en el espejo y que si podían tomar algo juntos, y Patricia no sabía qué decir porque en ese momento Marta le preguntaba al barman que a qué hora salía y él le contestaba que cuando ella acabara su copa.

(C) Carlos Salem, "Yo también puedo escribir una jodida historia de amor", Ediciones Escalera.

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