sábado, 18 de septiembre de 2010

Un hombre y una mujer, de Sylvia Navone

Caminan el uno hacia el otro al mediodía, que es cuando el sol más fuerte pega. Llevan gafas de sol y aún no se han reconocido. 
A él le llama la atención el color de miel oscura que tienen las piernas de ella mientras que ella le mira la entrepierna y se pierde en conjeturas. Entonces él la compara con una carretera de montaña llena de curvas peligrosas y ella se imagina asida al mástil de él, erguido en un mar de tormenta. Y mientras que él empieza a imaginar los pechos de ella, duros como piedras, rebotando sobre su torso y como si las burbujas en las que ambos se han convertido explotasen, pinchadas por el repentino destello de realidad hecho de  alfileres, cruzan unas palabras:
-¿Le pusiste la mortadela en la merienda al niño?


© Sylvia Navone

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