Una semana después de su retorno a una vida hecha de retales y puntadas remendonas, el cerebro del monstruo de Frankenstein alcanzó el grado de conciencia estética suficiente. Cuando se miró por primera vez al espejo le horrorizaron ese color de piel verdoso, macilento, y esos costurones que le surcaban el cuello, las órbitas y las comisuras. De modo que tomó la decisión de abandonar a su creador y ponerse en manos del doctor Cinfollas, prestigioso cirujano plástico a cuya consulta habían acudido ya las famosas y famosos del momento, entre ellos la popular estrella del pop, Michael Johnson.
(C)Antonio Alfeca
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