El diccionario de la Real Academia ofrece nada menos que doce acepciones para el vocablo ligar, y sólo la número once atiende al sentido más extendido y morboso del fonema: entablar relaciones amorosas pasajeras. Pero antes de llegar a eso, el diccionario propone otros significados que, por azar o justicia del idioma, muestran sugestivas posibilidades, que llegan a ser morbosas en algunos casos. Pero nadie va por la vida con el diccionario en la mano, y tampoco sirven los mapas, porque como cualquiera sabe por dolorosa —o festiva— experiencia, todo está en los ojos que miran lo que desean ver.Y de deseo se trata.
1. (Del lat. Ligare) Atar
Yo estaba desatada, Rita, del todo, y ya me conoces. Era temprano todavía, quedaba noche por delante, mucha noche y bailé todo lo que pude porque estaba desatada y no podía parar, tampoco me apetecía, y bailé con el pañuelo hechizando a la gente. No, no bebí mucho, sentía tanto que no quería anestesiar nada, y conservaba en la piel la sorpresa del encuentro, la alegría por las coincidencias con un desconocido, la seducción prometedora, las aproximaciones, el contacto, ya sabes, romántico y fuerte y más cuando al llegar a su casa él sacó los pañuelos de seda y me propuso jugar y dije sí, porque me apetecía y jugamos, y después, mucho después, cuando faltaba poco para el amanecer, volví a su casa, entré de puntillas en el dormitorio y lo desaté y él ni siquiera tuvo un reproche, no sé si despertó durante mi ausencia o no, pero sonrió y quedaba todo el domingo por delante y yo, Rita, ya sabes, estaba desatada.
© Carlos Salem, “Yo también puedo escribir una jodida historia de amor” , Ediciones Escalera
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